La muerte no descansa, es un oficio siniestro, repudiado porque nos arrebata almas, corazones y voluntades que todavía tienen mucho que ofrecer a quienes estamos de este lado de la línea final, extrañando a quienes se nos adelantan en el camino, reclamándole a la vida que no se deje vencer por la parca, exigiéndole un año más, un mes más, un día más, un minuto más con nuestros seres luminosos al menos para despedirnos sin esa amargura que deja un adiós tardío.

Este día, sábado 20 de agosto, la muerte volvió a la Universidad de Sonora, y lo hizo sólo para arrebatarnos de las manos a la maestra Ana María Ojeda Martínez, quien durante una década fue docente en la Licenciatura en Psicología, del Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación (Psicom), donde mostró un entusiasmo permanente al ejercer sus labores, además de su calidad humana y de servicios en beneficio de sus alumnos y de la institución.

Hoy, de nuevo, la alma mater llora ante la lamentable pérdida de una docente de tan sólo 45 años, que había labrado una vida en el campo de la psicología para adquirir las armas académicas y compartirlas con sus jóvenes estudiantes, con sus compañeros profesores y con sus amigos de profesión.

La muerte es una batalla diaria contra la vida. Sí. Y cuando el cuerpo y el espíritu ceden antes enfermedades inexorables, poco puede hacer la ciencia. Y hoy, la Universidad de Sonora, y en particular el Psicom, se une a la profunda pena que embarga a sus padres y hermanos, y a todos los amigos con quienes Ana María forjó la legítima ilusión de un futuro mayor, poblado de escenas festivas en un camino que desembocara en la vejez, y que el hado funesto cortó de tajo.

Las honras fúnebres se celebran desde esta tarde de sábado en la funeraria San Martín, en Juárez y Luis Encinas. Su cuerpo permanecerá en esa casa funeraria hasta el mediodía de mañana. Descanse en paz la maestra Ana María Ojeda Martínez. (Armando Zamora)